Rumanía 2013. Buscando pájaros carpinteros.


Observar pájaros nuevos, aquellos que no vuelan por “nuestros” campos, fue uno de los objetivos de aquellas vacaciones en Rumanía. Tenía una lista con las especies que no se ven en España, al menos habitualmente. No pretendía tacharlas todas, se trataba simplemente de disfrutar de las ocasiones que se presentaran, pero así centraba la atención.
Un grupo de aves que no se me iban de la cabeza eran los pájaros carpinteros. Allí cuentan con diez especies, tres más que en España. Las especies objetivo eran esas tres diferentes y además el pico dorsiblanco, que, por su escasez y limitada localización en la Península, no he observado aún. Evidentemente  no íbamos a cerrar los ojos si aparecía un picamaderos negro o un pico menor, que no son aves fáciles de ver, ni cualquier otra, pero al final sólo pude anotar 4 de las 10 especies. Al menos tres de ellas eran las que no podría ver “en casa”: los picos tridáctilo (Picoides tridactylus) y sirio (Dendrocopos syriacus), y el pito cano (Picus canus).

El de la izquierda es el hotel de Rasnov en el que nos alojamos.
La primera mañana en Rumanía partimos a los Cárpatos, concretamente a Rasnov. Esta es un área turística y de fácil acceso desde Bucarest, pero nada masificada en esas fechas. Desde el hotel podíamos plantarnos en un momento en el Parque Nacional de Pietra Craiului o bien visitar otros bosques próximos. Esto último es lo que hicimos la primera tarde. Desde la población de Predeal subimos a una antigua estación de esquí de travesía.

11 de septiembre de 2013. Predeal (Brasov).
Llevábamos poco tiempo caminando por un magnífico bosque mixto cuando descubrimos a los picos tridáctilos (Picoides tridactylus). En un abeto medio seco, altísimo como los demás, pudimos observar hasta 4 individuos. Había un macho al que no parecía hacerle gracia tanta multitud y no permitía que los otros se acercaran a su zona de alimentación, les chillaba excitado erizando su capirote de plumas amarillas. Recuerdo que llegó a dolernos el cuello de tanto observarlos.

Al caer la tarde llegamos a una zona donde el bosque tenía una apariencia diría que algo lóbrega. El camino que seguimos, a veces poco más que un sendero, ligeramente embarrado, mostraba huellas de ungulados, jabalí, ciervo, corzo, cuando me fijé en unas marcas de dedos, de un perro pensé, pero algo no cuadraba.

Efectivamente se trataba de un oso, pero tardé en darme cuenta.  

Nos paramos un rato a mirar a nuestro alrededor, ahora parecía más tenebroso aún. Empezaba a faltar la luz y se nos estaba haciendo el tiempo justo para volver. Sin embargo la verdad es que estaba siendo una tarde estupenda y disfrutamos igualmente del camino de vuelta. Tengo bien grabada aún la grata impresión que me dejó aquel lugar, aquel primer paseo en Rumanía. En un momento en que Marian se había adelantado unos pasos se volvió excitada preguntándome que qué había sido eso, era grande, un rapaz seguro, voló delante de ella silenciosa. No lo vi. Anochecía cuando llegamos al parking. Al fondo, en una cerca de madera detecté un bulto grande, nos fuimos aproximando y con los prismáticos tuvimos oportunidad de observarlo un rato, él también nos miró, no podíamos creer que estuviéramos delante de un cárabo uralense (Strix uralensis). Voló ladera abajo, tal vez cazó,  pues paró en medio del prado para seguir al poco hasta una vieja pérgola de madera donde se posó en una viga medio caída. Finalmente desapareció hacia el bosque.

Imágen obtenida de google con la pérgola o cenador donde se posó el cárabo uralense.
Los siguientes días visitamos sobre todo el Parque Nacional Piatra Craiului, aunque nos vimos condicionados por la lluvia. Todas las mañanas antes del desayuno daba un paseo alrededor del hotel, y la subida al castillo de Rasnov también fue una buena ocasión para ver pajarillos. Carbonero sibilino (Poecile montanus), mosquitero silbador (Phylloscopus sibilatrix), curruca zarcerilla (Sylvia curruca), zorzales reales (Turdus pilaris), alcaudón norteño (Lanius excubitor).
Los frecuentes cascanueces (Nucifraga caryocatactes) estaban entregados a la recolección de avellanas. Son muy especiales estos córvidos tan marrones y sin embargo preciosos vistos de cerca. No tuvimos suerte con el resto de pájaros carpinteros. Escudriñé las fantásticas paredes de Piatra Craiului buscando treparriscos sin éxito, y en medio de un viejo y fabuloso bosque de abetos observamos egagrópilas de algún gran búho bajo varios posaderos.

Buscando treparriscos
Parque Nacional Piatra Craiului
 
 Sí, aquel bosque también se me quedó muy grabado.

Al quinto día dejamos Rasnov. Por la mañana visitamos Brasov después de pasar por el Hospital de Enfermedades Infecciosas para otra dosis de vacuna de la rabia. La segunda tarde allí, tuvimos la mala suerte de toparnos con tres perros mal enseñados, empeñados en mostrarnos sus dentaduras muy de cerca, y que con un exceso de celo protegían una pequeña casa de campo a la que ni siquiera nos acercamos realmente. Uno de ellos intentó morderme y llegó a hacerme un rasguño. Sea como fuere, puesto que en Rumanía se dan casos de rabia y dado que es una enfermedad mortal aquel día tuvimos que darnos la vuelta y buscar un hospital. Afortunadamente no fue complicado (bendito GPS), nos atendieron muy bien y además sin tener que hacer grandes desplazamientos.

Poco después del mediodía empezamos a cruzar el país hacia Tulcea, donde llegaríamos a la mañana siguiente. No hay autovías en el trayecto y continuamente atravesábamos pequeñas poblaciones, había que tomárselo con calma. Pasamos la noche en Brăila, una ciudad a orillas del Danubio. El tiempo gris de los Cárpatos quedo atrás.

Pasamos tres días en Tulcea, que viene a ser como la puerta de entrada al Delta del Danubio. Después de visitarlo, de haber recorrido en barco sus canales durante una mañana completa y de acercarnos a otras lagunas próximas, después de los bandos de pelícanos comunes (Pelecanus onocrotalus), las cigüeñas negras (Ciconia nigra), los mucho menos abundantes pelícanos ceñudos (Pelecanus crispus), los cormoranes pigmeos (Microcarbo pygmaeus) y los enormes pigargos (Haliaeetus albicilla), una tarde visitamos el Monasterio de Celic Dere, uno de los más importantes de la zona. Está situado entre colinas cubiertas de bosque caducifolio y resultó un lugar de lo más tranquilo, pues no había visitantes.

Celic Dere
Delante del monasterio, en sus cuidados jardines, había un viejo molino de viento y justo en una de las aspas posaron en poco tiempo el pito cano (Picus canus), el pico sirio (Dendrocopos syriacus) y el pico picapinos (Dendrocopos major). Sin movernos del parking también pudimos ver a los dos picos en árboles próximos y además uno de los picos sirios apareció en un cable que cruzaba la calle, un posadero inédito.
Luego nos dimos un corto paseo en el que estuvimos bastante entretenidos con los pajarillos. Entre los papamoscas papirrojos (Ficedula parva) por fin pudimos ver bien un macho adulto y también cayó el carbonero lúgubre (Poecile lugubris).

Pico sirio macho.



No se ve gran cosa pero sí lo suficiente para identificarlos. Dos hembras de pico sirio. Se ve mejor al final del vídeo.

Pico picapinos macho. Os dejo este vídeo para que busquéis las diferencias.

Los dos picos, el sirio y el picapinos son casi idénticos (en alguna rara ocasión parece que se cruzan entre ellos). En España, como dije, sólo tenemos al segundo. El sirio ha experimentado una reciente expansión en Europa, imagino que desde Turquía. Comenzó a aparecer en Los Balcanes hacia 1890 y de ahí hacia el centro de Europa y a las antiguas repúblicas soviéticas. En Rumanía se citó por primera vez en 1931 y parece preferir territorios a poca altitud y entornos rurales con granjas y huertos.
En Casian, una aldea perdida a la que no llegaba el asfalto, en las llanuras de la región de Dobrogea, cuando buscábamos collalbas sin éxito el día que volvíamos a Bucarest, nos sorprendió ver un macho de pico sirio en un arbolillo. No lo esperábamos en un área casi completamente desarbolada. Aquella fue la última anotación en mi cuaderno de campo.
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